Aún recuerdo
como el primer día, las horas muertas que pasaba en esa taberna de barrio,
escuchando a ancianos hablar sobre el tiempo, o sobre el resultado del último
partido del Benfica. Yo trataba de entender todo lo que ellos decían, pero el
único motivo por el que yo estaba ahí, día tras día, era para verlo a él. Me
miraba como si no hubiese nadie más, y al fin y al cabo es así como me hacía sentir. Cerveza tras
cerveza, día tras día, ahí estaba yo, lanzando sonrisas personalizadas, y ahí
ficaba él, más que dispuesto a recibirlas. Cada día íbamos sabiendo un poco más
el uno del otro, hasta llegar al punto de conocer demasiado, incluso más de lo
que querríamos saber. Llegó el punto en el que comprendí que todo esto era
imposible, que nada tendría sentido. Pero eso me hacía querer conocerlo más,
dejarlo como algo inalcanzable, pero que me hacía soñar. Tenía curiosidad por
saber más sobre ese joven que había logrado captar mi atención, y cual era el
motivo por el que no podía dejar de mirarlo. Tan inocente, tan puro, tan deseable,
al fin y al cabo… pero no era posible, pertenecíamos a mundos distintos, y no
siempre está bien mezclar. Sigo convencida de que podría aportarme mucho, y que
yo a él solo podría mostrarle un mundo lujurioso. Pero no tendremos la ocasión
de conocer que hubiese pasado si yo hubiese sobrepasado ese límite. En
ocasiones es mejor quedarse con la duda, y no conocer el final de una historia
que, sin duda alguna, hubiese sido más que maravillosa.
viernes, 24 de mayo de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Suena a topico , pero vive el momento :) y haz lo que te apetezca .. y enseñale al mundo lo buena persona que eres. Un besito !!
Publicar un comentario