Me despierto, no cansada, pero si perezosa " ¿por qué no un ratito más en la cama?" "venga Sara que nos espera un día maravilloso por delante" (me pregunto y me respondo a mi misma). Tal vez no sea un día tan bueno, pero lo comienzo con una sonrisa en la boca para decirle al señor Mundo que aquí estoy yo y que él puede girar al ritmo que le apetezca, porque yo estoy dispuesta a llevar el mio propio.
Empiezo el día con un café bien fresquito, un bollo de esos que tanto me gustan y me pongo a bailar de un modo extraño y a un ritmo lento, muevo las manos muy despacio dejando que se orienten ellas solas, que tengan su propio movimiento, se balancean sin yo saber lo que hacen. Me levanto del sofá, ahora me apetece saltar y bailar, dejando que las diferentes partes partes de mi cuerpo lleven direcciones opuestas, que escojan su propio rumbo (al fin y al cabo, quién soy yo para exigirles que se muevan todas en un mismo sentido, prefiero darles libertad).
Me tiro en el sofá de golpe y dejo que mi mente vuele. Le agradezco a mi cabecita loca que no se cargue de cosas pesadas, que no me esté dando malos momentos, que esté ligera, pero no vacía, que esté intentando asimilar las cosas que han ido pasando en los últimos tiempos, que esté absorbiendo la energía positiva, y que esté aprendiendo de los ostiazos que ha llevado.
Me siento libre, mi cuerpo parece estar flotando, caigo de repente para asimilar mejor la realidad, pero esa caída no me duele, me hace reír a carcajadas (cualquiera que me viese en este momento pensaría que algo no funciona bien en mi cabeza).
Ya no sufro, he aprendido a no tener miedo de mi pasado, a que éste me golpee sin yo verlo venir. Estoy aprendiendo a no repetir en el presente las cosas que no me gustaban de mi pasado, aunque debo admitir que en ocasiones vuelvo a repetir errores, pero esto no me angustia, ya que considero que es algo normal, es algo que había estado viviendo durante demasiado tiempo, no voy a desaprender todo eso de la noche a la mañana.
Me siento una chica nueva, me lo creo y la gente lo percibe, aunque no creo que sean capaces de imaginar lo mucho que he cambiado por dentro.
Ahora me apetece correr, lo hago a un ritmo lento, pero llego muy lejos, paro, cojo aire y lo expulso a modo de grito, me siento tan feliz...empiezo a saltar, a reír, sabiendo que nadie puede verme, pero sin preocuparme de que alguien lo haga. Soy libre, ¿no lo notáis?
Vuelvo andando. Tardo un buen rato en llegar a casa, observando todo lo que hay a mi alrededor.
A lo largo del camino algunas de las cosas que voy viendo, me traen recuerdos, buenos y malos, algunos me muestran fantasmas del pasado, pero ya no les tengo miedo, sonrío, les saludo y ellos se quedan desconcertados, no saben lo que está ocurriendo.
Regreso a casa, y vuelvo a dejar que mi cuerpo se mueva como le apetezca. SOY FELIZ, y eso nadie me lo va a arrebatar (ni yo misma) .